En el capítulo anterior el principito a pesar de la buena voluntad de su amor hacia la rosa llegó a dudar de ella. Había puesto demasiada atención a palabras sin importancia, se sentía desdichado (triste). Un día me confeso:

“No debí haber hecho caso a sus palabras. No hay que hacer caso a lo que dicen, basta con mirarlas y aspirar su aroma. Mi flor perfumaba mi planeta y, en ese entonces, no bastó para complacerme… Aquella historia de garras y tigres que tanto me molestó al principio, terminó por enternecerme”.

Y también me conto:

“¡No supe comprender nada entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. ¡Ella perfumaba e iluminaba mi vida! ¡No debí haber huido! ¡No supe reconocer la ternura detrás sus pobres astucias! ¡Son tan contradictorias las flores! Y… yo era demasiado joven para saber amarla”.

Análisis:

La reflexión anterior es una conversación entre el principito y el aviador (que es el relator de esta historia) y a quien el principito le confiesa sus sentimientos e ideas. Comentándole sobre las dudas que le generaba la ambivalencia de la rosa y la desdicha que sentía sobre ese encuentro. Posteriormente con mayor madurez y con una mirada de compasión el principito reflexiona que esa vanidad de la rosa que al inicio le molesto, le termino enterneciendo y que no la supo comprender y que la juzgo a partir de sus palabras y no sus actos. Aquí el principito trae un aspecto muy importante para orientarnos en la vida que ante la contradicción que podamos tener en el encuentro con el otro entre lo que se dice, piensa y hace es importante quedarse con las acciones.